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jueves, 14 de marzo de 2013

Mi empresa, ¿va camino al éxito o al fracaso?

El difícil arte de medir cómo marcha una organización.

Si hay un tema que desvela a cualquier persona, es saber qué le depara el destino para su futuro.
En particular, si esa persona es un empresario, no hay dudas que pagaría por conocer el rumbo y destino de su empresa sin medias tintas: ¿tendré éxito o no?
Sin embargo, no muchos reparan en que son ellos, a través de las decisiones que van tomando, los artífices de esa realidad, sea cual fuera.
Algunos dirán que hay situaciones externas que los condicionan, y tienen razón. 
Pero ante las mismas condiciones negativas, hay empresas que sobreviven y otras no; o ante las mismas condiciones de bonanza (para ponerlo en términos no tan pesimistas) hay empresas que son mucho más exitosas que otras, aún operando en el mismo sector de la economía y en los mismos mercados.

Entonces, ¿qué las diferencia?

Simple: su capacidad de medir, comparar resultados, y tomar acciones innovadoras que corrijan o refuercen esos resultados.
Por ejemplo:
Cuando le pregunto a alguno de mis clientes sobre el destino de su organización, inexorablemente me encuentro con dos reacciones posibles:
La diferencia es simple: son empresas con capacidad de medir, comparar resultados, y tomar acciones.
Primera reacción: Nadie conoce mi empresa como yo.    Respuesta tipo:  Escuchame: Yo construí esta empresa desde sus cimientos. Fui su Fundador, Emprendedor, Cadete, Jefe, Gerente, y ahora soy su Director. Pasé por todas las funciones: ventas, administración, producción, etc. ¿Cómo no voy a saber  adónde vamos?
Aunque a poco de indagar, uno se da cuenta que todas las respuestas están basadas en la percepción, y no tienen un fundamento sólido.
Segunda reacción: El sincericidio.
Respuesta tipo: Te lo voy a confesar: No tengo la menor idea. Y me encantaría saberlo. ¿Hay forma?


Ante la primera reacción, es más dificultoso convencer al empresario de llevar a cabo alguna acción de mejora. La honestidad brutal de la segunda reacción da mayor margen para trabajar en la dirección correcta.
Pero, ¿qué medir?
La mayoría de las organizaciones tiene, aún en forma instintiva, un arranque adecuado: empiezan por medir rentabilidad y crecimiento. Tal vez porque están obligados a presentar un balance contable o porque su bolsillo se los impone. O por ambas cosas.

Ahora, ¿los únicos resultados a medir son los de rentabilidad y crecimiento?
La respuesta es no. Hay otros indicadores que indirectamente nos marcan cuál va a ser ese destino que queremos conocer:
La satisfacción de los clientes, la de las personas que trabajan con nosotros, los proveedores, distribuidores, accionistas, etc, son señales que pueden indicar algún nubarrón en el horizonte de la organización, aunque la "foto" actual de la rentabilidad salga bien.  

¿Y contra qué comparo esos resultados?
Acá van algunos tips:

  • Si su empresa es un start-up, medir contra el Plan de Negocios.
  • Si la suya es una empresa en marcha, medir contra el Plan Estratégico.
  • A su vez, comparar cómo evolucionan estos resultados en el tiempo.
  • Y, a estas mediciones "internas", compararlas con otras "externas", como por ejemplo, medir su propio crecimiento contra el crecimiento del sector en el que opera.

Bueno, hasta aquí llegamos en esta entrega.

Espero que el artículo les haya resultado útil y aplicable a sus actividades.

Federico Mondelo.

domingo, 3 de marzo de 2013

Responsabilidades, roles, funciones, y misión de un empresario.

En muchas ocasiones nos encontramos, como empresarios PyME, realizando tareas operativas o administrativas porque no tenemos en quien delegarlas, porque no sabemos cómo delegarlas, porque no confiamos en quien disponemos para delegarlas, o simplemente porque pensamos que nadie lo hará mejor que nosotros.
Si bien coincido con la célebre frase que dice "en verano hasta el dueño de la heladería sale a servir cucuruchos", esto es beneficioso hasta cierto punto.
Es bueno porque el empresario no debe aislarse y perder contacto con la realidad, los clientes, y el mercado donde opera.
Pero si esto se transforma en rutina diaria, y encima ocupa una gran parte de nuestro tiempo, es serio y crítico para el futuro de la empresa.
Porque mientras nosotros corremos detrás de las cobranzas, los pagos, los reclamos,  los problemas de producción, la logística, etc,etc, ¿quien se ocupa de?

  • Medir los Resultados
  • Elaborar Estrategias y Planes.
  • Gestionar Procesos y Personas.
  • Diseñar la organización requerida.
  • Repensar Productos, Clientes, y Mercados.

¿No es este nuestro rol y no son estas nuestras tareas indelegables como empresarios?
Y aquí caemos en la conocida distribución de actividades como Director-Hacedor-Visionario que tenemos sobre nuestros hombros. 
La clave, segun José María Quirós, un reconocido experto en la materia, está en "desarrolar al Director y delegar al Hacedor".
O tal como indica el anuncio del workshop "Liderar tu PyME. Un desafío diario" del IAE Business School, es de fundamental importancia "fortalecer el liderazgo y afianzar el equipo de trabajo para acompañar el crecimiento de la empresa".

Propósito de la empresa y del empresario.


Según nuestro punto de vista, el propósito de cualquier empresa, además de generar una rentabilidad razonable, es:
Empresa:
a/ producir bienes y servicios
b/ crear fuentes de trabajo
c/ mantenerse en funcionamiento
d/ crecer y expandirse

¿Y nuestra responsabilidad como empresarios?:
Empresario:
a/ convocar y organizar los factores productivos
b/ aportar liderazgo y know-how
c/ aportar experiencia e innovación
d/ asignar recursos
e/ tomar decisiones
f/ planificar y proyectar
g/ buscar capital de trabajo y financiamiento.

Que, como observarán, no es poca cosa.
En consecuencia, no se trata de no "meter las manos en la masa", sino de hacerlo dosificadamente, sin descuidar nuestro rol principal, y respetando el lugar de los responsables directos por esa tarea.
Un abrazo y hasta la próxima.

Federico Mondelo.